Pareja haciendo un picnic en el parque

El Jardín del Capricho fue testigo de un amor imposible en el siglo XIX

El Jardín del Capricho es un lugar inigualable para disfrutar con buena compañía

En el noreste de Madrid, en la zona conocida como Alameda de Osuna, se esconde uno de los lugares más especiales y bellos de la ciudad. Se ha convertido en un lugar de encuentro de enamorados durante años y donde muchos matrimonios madrileños realizan sus fotos de la boda.

La historia del jardín es apasionante desde su construcción. Su simbología masónica, sus templos, edificaciones y decoración, la ría y el lago, el embarcadero, los árboles, el palacio, el polvorín y el búnker, el abejero, la ermita, los túneles y la tumba de un ermitaño inexistente, hacen de este parque, un enclave asombroso y peculiar. 

Sus primeros dueños fueron los Duques de Osuna. María Josefa Pimentel, duquesa de Osuna compró un terreno en las afueras de Madrid para construir una finca de recreo. Empezó a construirse en 1787 y la duquesa quería que su jardín compitiera con lo mejor de la corte, era un capricho de una de las grandes de España y con esta construcción estaba muy segura de lo que quería.

En la invasión francesa de 1808, el recinto fue requisado por el general francés Agustín Belliard para albergar sus tropas, y se erigieron algunas edificaciones como el fortín. Al acabar la guerra de la Independencia el lugar volvió a manos de Doña María Josefa, quien continuó creando un jardín de ensueño.

La decoración del parque es de lo más singular  y cuando se tiene acceso a sus edificaciones y te metes en la historia y te enteras de las personalidades que estuvieron en él y el cuidado que se puso en la ubicación de los monumentos y su simbología es cuando realmente, te sumerges en la esencia de lo que es El Jardín del Capricho, un lugar de ensueño.

El eterno enamorado

Con el fallecimiento de la Duquesa el 5 de octubre de 1834, el lugar pasó a ser propiedad de Don Pedro de Alcántara Téllez Girón y Beaufort Spontin, XI duque de Osuna, nieto de Doña María Josefa.

Plantas en un parque
La decoración del parque es de lo más singular | Getty Images

Don Pedro estaba muy enamorado de su “prima hermana” Inés Francisca de Silva y Téllez Girón, considerada una de las mujeres más bellas de Madrid. El Jardín del Capricho fue testigo de esa aventura romántica entre los dos a pesar de su consanguinidad. Paseos en barca o a caballo, comidas y cenas románticas, bailes y una relación oculta debido a su parentesco y al matrimonio que Doña Inés contrajo con el Marqués de Alcañiz.

El Duque nunca se casó, ya que siempre permaneció enamorado de Doña Inés, convirtiéndose en uno de los solteros más deseados de Europa. Don Pedro centró su vida en promover la cultura. De hecho, era muy conocida su faceta como mecenas de artistas y músicos.

Fue promotor de la fundación del Liceo Artístico y Literario de Madrid, abriendo sus puertas en 1837 y siendo presidido por el propio Don Pedro. Otra de sus grandes pasiones eran los equinos, fundando la Sociedad de Fomento de la Cría Caballar, y celebrando en el propio Jardín del Capricho las primeras carreras oficiales de caballos de las que se tuvo noticia en Madrid.

Una historia de amor con un triste final

La mañana del domingo del 25 de agosto de 1844 el Duque descansaba en palacio después de una ajetreada velada y había dado órdenes al servicio para que nadie le molestara. Algunos chismosos hablaban de la discusión que había tenido Don Pedro con su prima Inés esa misma noche.

A mitad de la mañana un coche de caballos con el escudo del marquesado de Alcañiz, aparecía por la vía principal de la finca, los lacayos salieron a su encuentro cumpliendo las órdenes dadas por el duque, "tenemos órdenes expresas del Duque de Osuna de que hoy no puede atender a las visitas" Doña Inés cogió airosa las riendas de sus caballos y se dio la vuelta dirigiéndose hacia Madrid.

Dos personas en un carruaje antiguo
El amor prohibido de Don Pedro apareció en un carruaje | Getty Images

Don Pedro al escuchar el escándalo de los equinos, lacayos y Doña Inés, se despertó sobresaltado, se vistió lo más rápido que pudo y salió corriendo al encuentro de su amor, pero a unos pocos metros de la entrada del palacete del Capricho, el duque de Osuna cayó fulminado. Sus lacayos corrieron a socorrerle no pudiendo hacer absolutamente nada por la vida del noble. Según los expertos, al duque le dio un infarto cerebral.

Con solo treinta y tres años, Don Pedro de Alcantara falleció al salir al encuentro de su gran amor. Su corazón nunca supo elegir a otra mujer y su bella prima le llevó a la tumba. Algunas personas aseguran haber visto la imagen de un espectro en las inmediaciones del Palacio, no me extrañaría que se tratara de Don Pedro saliendo a buscar a su amada y vagando en el tiempo. El amor que fue tan fuerte en vida, también lo fue después de la muerte.

Cuando murió de “amor” el pobre Don Pedro de Alcantara, Duque de Osuna, toda su fortuna paso a manos de su hermano, así como los títulos nobiliarios y posesiones, ya que Don Pedro no tuvo descendencia. El heredero, Mariano Téllez-Girón y Beaufort Spontin, no supo administrar bien su fortuna y tuvo que vender gran parte de sus pertenencias a finales del siglo XIX.

Jardín del Capricho en la actualidad

A los pocos años de terminar la guerra, El Capricho fue declarado Jardín Histórico. En 1974 fue adquirido por el Ayuntamiento de Madrid, y en 1985 fue declarado Bien de Interés Cultural. El jardín está en continua transformación desde hace unos años, reformas, remodelaciones, cambios de flora, y otros menesteres siguen haciendo del jardín un Capricho.

Picnic en el parque
En 1985, el parque fue declarado Bien de Interés Cultural | Getty Images

Un buen lugar para poder descansar juntos, abrazados a la orilla del lago, o escondidos detrás de algún enorme árbol, o disfrutando de los campos de flores y la gama de colores. Aunque sea de pago, es un lugar inigualable para disfrutar con tu pareja y soñar como vivían a finales del siglo XIX los grandes de España y sus amoríos.

También es el sitio perfecto para declararte junto a la exedra, o cerca de la ermita. En conclusión, un lugar de ensueño donde poder disfrutar de una buena compañía y donde poder deleitarse en épocas veraniegas de representaciones clásicas y otras actividades muy acordes con los cuentos de amor.